Existen entre la enorme variedad de personas que pueden
llegar a pedir una consulta de tarot, una en particular que es de las que más
fuertemente intentará obtener las respuestas que desea, El Negador.
Preguntas cómo, volverá, aun me ama, me irá bien con tal...
suelen ser la base de este tipo de consultas en las que el consultante negador
se centrará preguntando cinco, seis o mil veces cambiando el orden de las
palabras, andando con rodeos y buscando nuevas formas de plantear el mismo cuestionarte
hasta que quede conforme con la respuesta obtenida.
De ese tipo de lecturas usualmente me encuentro negando la
consulta pero a veces nos pasa que no podemos evitarlo incluso cuando
explicamos que no es lo que hacemos como tarotistas. Es decir, incluso
aclarando lo que es el tarot resolutivo (en mi caso) y explicando que no
predice sino resuelve, nos encontramos una y otra vez explicando lo mismo al
consultante. Más aún cuando el consultante dice tener algún tipo de
conocimiento de tarot e intenta reinterpretar las cartas, los símbolos y
afirmando que hay señales kármicas que apoyan sus teorías, debemos armarnos de
una paciencia férrea y una resolución aún más fuerte, para ver donde pudimos
haber malinterpretado las cartas y donde nos encontramos frente a un consultante
negador.
Es importante en estos casos entender que cada persona tiene su tiempo para procesar la
información y situaciones, algunos tardan días, semanas, años. Otros nunca
enfrentan la realidad como es y pasan horas en terapia y en consultas cambiando
de profesional hasta que le dicen algo que les gusta y les dé una justificación
para continuar con esa actitud.
Lejos de lo que se piensa, este tipo de consultantes no nos
perjudica. Nos obliga a desarrollar confianza en nuestras habilidades
interpretativas, a ser más observadores en cuanto a los patrones de conducta en
la consulta, a sacar lo mejor del análisis posterior de la situación con la que
nos encontramos. Lo cierto es que a nosotros como tarotistas este tipo de
personas no nos provoca ningún daño más que, a lo mejor decir, tal persona no
me acertó en nada, no sabe nada, no entiende nada... el verdadero daño se lo
hacen ellos mismos, poniéndose en una situación de espera de aquello que nunca
llega. Por eso, no te enojes, recuerda siempre que tu consultante ha de pagar
por la consulta, no por las respuestas. No empalagues o disfraces la realidad para conformar a tu
consultante, si estás seguro de lo que ves; tu consultante merece lo mejor de
tu arte y la honestidad es algo que no puede proporcionarse en este momento.
Lucía del Mar
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