
El Mago, comúnmente asociado con hechiceros, chamanes y
alquimistas (entre otros), es quien posee el poder y los medios de cambiar la
realidad propia o ajena. Si recorremos fabulas, mitos y leyendas, incluso
historia, nos encontraremos en cada ocasión con un ‘mago’ que, para bien o para
mal, ha intervenido para torcer el rumbo de los acontecimientos.
Históricamente el Mago es un iluminado, lo conoce todo y quien
todo lo conoce puede dominarlo, torcerlo, transformarlo. El mago tiene poder
sobre los elementos tangibles e intangibles, sobre la realidad y lo etéreo.
Siempre que recurrimos al Mago es para poner en movimiento la rueda del destino
en aras de un objetivo.
El arquetipo del Mago, se nos presenta como un hombre experimentado,
seguro, creativo y letrado, que es capaz
no solo de manejar las situaciones como ha aprendido, sino que en situaciones
fuera ‘del manual’, improvisará haciendo
uso de su gran imaginación para llegar a una solución acorde. El mago es
voluntad, lo que desea lo consigue, posee los conocimientos, los elementos y
los medios. Solo tiene que mover su mano para manifestar sus deseos en el plano
material.