Cuando hablamos del Ermitaño, usualmente sólo hacemos
alusión a la iluminación, a un período más espiritual, de autoconocimiento y
erudición. A lo largo de la historia veremos cientos de diferentes expresiones
artísticas del anciano que va por el camino hacia el exilio con la ayuda de su
cayado y una luz apenas suficiente para iluminar donde pone sus pies.
Con esta imagen mental, podemos hacer un artículo muy largo
comentado sobre cómo por medio del estado de ‘Ermitaño’ vamos a lograr un
estado de erudición, conocimiento e iluminación internos. Uno de los problemas más
comunes a la hora de ver el Tarot y sus arcanos desde otra perspectiva es el
nivel de misticismo y misterio casi religioso que se les otorga.
La idea hoy, es hablar del arcano número 9 desde un punto de vista más
práctico y humanizado. Porque muchas veces buscamos la
oportunidad
introspectiva que nos permite el aislamiento, pero sería una gran mentira decir
que es SIEMPRE por razones espirituales. A veces es por motivos muy egoístas y
mundanos; por ejemplo “ Lo dejo todo y me voy, porque estoy cansado”. Cuando nos
vemos agobiados por las diferentes situaciones en que la vida nos pone, nos
encontramos buscando la soledad y muchas veces, lo único que pensamos es en que
nos dejen de molestar. Como ven, al volcar la situación del arcano 9 a la vida
real nos encontramos con que lejos está de la alegoría evolucionista de la
iluminación interior.
Si seguimos analizando este arcano desde un punto visual y
su representación gráfica, encontramos infinidad de características que nos dan
la razón en las anteriores afirmaciones. Primeramente, el Hermita se encuentra
en penumbras, y además de esta penumbra la luz que le guía es muy tenue.
Podemos concluir que es para reducir el número de estímulos externos que nos
sirvan de distracción de la posibilidad del conocimiento interno. Podemos decir
también que no lleva más que lo necesario, porque entiende que las respuestas están
dentro, y así podemos seguir por varias hojas más…
El regalo del Ermitaño
Por tanto, podemos humanizar al Ermitaño, y concluir que lo
que nos otorga es un santuario donde ocultarnos a pensar y reflexionar. Pero,
por sobre todas las cosas y más allá de la necesidad que nos impulse a buscar
el estado de Hermita, el obsequio más importante que nos otorga es LA SOLEDAD.
“La soledad me ha
enseñado que el tiempo me pertenece y el silencio es sabio.”
Daniela Rivera; Hablando Sola
Lucía del Mar
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